«Que con pinzas machacaron, partes nobles de su cuerpo»
— El avión de la muerte —
Los Tigres del Norte
La puerta se cierra, puedo sentir el aroma a caucho, lodo y sangre que emana de la bota sobre mi rostro, tengo los ojos vendados y mis sollozos crean la onomatopeya de la incertidumbre, no sé a dónde me llevan, pero si de algo estoy segura, es que me levantaron para aparecerme en los periódicos y desaparecerme del mundo de los vivos. Me secuestraron y siendo un seudónimo, dejo la esperanza en la esquina donde fui vista por última vez.
Querido mío:
Te escribo esta carta sin esperar respuesta, te la doy con la fe de que las palabras de la justicia lleguen más allá de la represión; no puedo escribir mucho, le di la carta a un cuque que logré convencer, no me preguntes cómo, pero me aseguró que llegaría a tus manos. Te quiero y anhelo estar juntos, que nuestros cuerpos describan historias que sólo la cama se atreve a callar, siento tus manos acariciando mis cicatrices, cauterizando las quemaduras en donde tus labios saludaron con besos lo que ya no está.
La lucha sigue y desde aquí puedo dirigirte hacia los puntos que guardan nuestros fierros, lee con atención. El código es:
La estación del noviembre es Verano, caluroso, caliente como la arena de la playa, el sol quema los troncos en la orilla y se oxidan como el metal con las olas que dan al oeste. Te quiero.
Querida mía:
Recibí tu carta. No quiero imaginarme las inhumanidades que te han hecho, perdóname por no quedarme pero tu sabes que la resistencia me necesita, seguimos alimentando las mítines con tus discursos tan efusivos y enternecedores.
Perdóname pero tengo que preguntar: nos dirigimos al lugar del código pero no encontramos los utensilios para la comida, nos sentamos a la orilla del mar pero no pudimos comer; el sol sopló en dirección al este, pero sin comida el picnic no se pudo dar.
Te quiero.
Querido mío:
Lamento lo del picnic, tenía tantas ganas de que comieras la ensalada con el condimento color verde olivo de las montañas.
¿Tu te acuerdas aquella excursión a la sierra con mi madre? Pudimos ver los camiones pasar por la carretera, era como una explosión de dinamita y sentimientos.
Trataré de seguir escribiendo, pero las fuerzas ya no me dan. Me levanto en un cuarto blanco, con las heridas curadas pero creo que es porque me necesitan, de lo contrario me dejarían morir como acostumbran. Estos no tienen alma; si te contara las pinzas, los toques eléctricos, las mutilaciones. No sé cómo podrás amarme de nuevo, si lo que quedan son vestigios de lo que yo era, de la risa que conocías, de las miradas y los abrazos espontáneos. Todos esos matices de colores explicados por la piel, por los besos y las caricias; dejo aquí la carta.
Te quiero.
Querida mía:
Perdón por tardarme tanto en escribir esta carta; cuando la recibas probablemente ya habré sanado de mi operación quirúrgica; recuerdas que tenía un tumor, justo en el centro mi cuerpo, justo donde a los achaques les gusta guardarse, y repiquetear constitucionalmente.
Ya pudimos comer y todos aquí esperan que regreses; esperamos por tu siguiente carta y sabemos que no nos fallarás.
Te quiero.
Querido mío:
Cada letra que ves aquí plasmada lleva los últimos hálitos de vida que me quedan, el cuerpo puede aguantar incansablemente, es increíble lo que una puede soportar cuando ya se ha auto declarado muerta.
Con lágrimas escribo lo que sé que será lo último que leas y quiero que tus ojos estén bien abiertos para que entiendas lo que te quiero decir:
Te moriste una tarde de enero, te lo digo solo porque no sé si lo sentiste, tu cabeza dio un sacudón cuando la bala atravesó tu cráneo y pude ver los recuerdos hermosos salir en forma de viseras y sangre, me dolió verte caer al suelo con los ojos blancos pero todavía llenos de angustia. Tu me enseñaste de política, de derechos, de un progreso paulatino que estaba en nuestras manos, pero ahora, tu te encuentras en un mundo donde lo único que habla es el silencio, donde las lágrimas arrullan al desconsolado que piensa lo que dejó en su cuerpo, tu te encuentras allá donde las flores hacen memoria de tu sonrisa y tu voz; tu ya no existes.
Me extraña que me contestes las cartas, yo sé que tu no me escribirías desde el más allá porque sabes que me gustan las sorpresas, ojalá que cuando te encuentre (si es que te encuentro) ya no estén las cicatrices para que me acaricies como solías hacer.
Tú, quién quiera que seas, me alegra haberte entretenido; sé por boca de los moribundos que traen a torturar que mis cartas han saboteado al menos dos operaciones, y espero que por eso, te corten los huevos y te cuelguen de los pulgares.
A él lo quiero, y a ti te odio.
Posdata: la soledad y el recuerdo son la peor tortura, a ver si aprendes eso antes de morir.
La puerta se abre hacia una gran habitación con cadenas, un disparo ensordecedor acaban con los gritos de dolor. En el suelo yacen dos cuerpos, mezclando la sangre que escurre la vida por las grietas polvorientas; un cuerpo es insurgente y el otro contra insurgente, ambos llevan papel y pluma en los bolsillos.