sábado, 22 de marzo de 2014

El evangelio según María Magdalena

«I want your ugly I want your disease I want your everything As long as it's free I want your love [...] I want your love and I want your revenge You and me could write a bad romance»

Lady Gaga.

El sopor vine antes del aturdimiento, el aturdimiento viene antes de la euforia, la euforia viene antes del... ¡SNIIFFFF! Ella lo ve, lo presiente cuando acerca la mirada aletargada, cuando posa el vidrio de sus ojos sobre ella, cuando el reflejo diminuto de su ser se desvanece en sangre que se inyecta en la mirada. 

La luz amarillenta, el ardor de ojos, la tembladera de los músculos, ella sabe que tiene que levantarse, sabe que tiene que empezar el día, la rutina, la monotonía de los buenos días nunca dados, él pasa levantando los pies suavemente para no hacer ruido, para no despertar a los nenes que duermen detrás de la cortina, ¡CLICK! Se apaga una luz, se enciende otra, ella camina hacia la estufa, los sartenes escandalizan el desayuno, truenan las cascaras de huevos que rozan con la mantequilla, siente la humedad, huele la humedad que la atraviesa fantasmalmente mientras prepara la comida, — Buenos días mama — todos listos, todos bañados, todos comidos, todos, todos, todos, nadie. Enciende la radio, se sirve su comida, enciende la televisión, no ve nada, no escucha nada. 

El llanto de los niños hace eco en las paredes, las piernas aguadas, el estómago paralizado, el vómito nervioso que repta por la garganta; lo ve acercarse, ve la imagen detenerse lentamente, la mano acercarse lentamente, el llanto escurrir lentamente de sus ojos, como si ella fuera ajena a la situación, como si estuviera afuera de su cuerpo y pudiera ver el latigazo que le estalla en la frente; flashback, se levanta, flashback, corre hacia la cocina, flashback, levanta un cuchillo inútilmente para defenderse de la patada, de la violencia agitada, de la ira contenida en el golpe, flashback, llora en un rincón abrazada de sus hijos. Aturdida, temblorosa, con el miedo que le escurre de las piernas que no dejan de temblar, con las manos que no se detienen mientras juegan a un vaivén extraño. — Policía, vengan a llevarse a este comemierda —

¡CHIQUI, CHIQUI, CHIQUI! !RRRRRRRRRR! Dos cortes de pelo y las manos sudorosas, veinte quetzales que se guarda en el bolsillo para ajustar la cena, unos buenas tardes mama que pasan indolentes sobre su mejilla, otra vez los sartenes que truenan en la estufa, otra vez la comida que chisporrotea en los sartenes, otra vez. Los ve sentarse en la mesa, sostenerse la cabeza para que las ideas no se escapen, los cuadernos con apuntes sucios, desordenados, desaliñados después de que los vio tan pulcros antes de salir; suenan las llaves que giran, la puerta que rechina, la panza que entra primero, la camisa con manchas de sudor, el beso con labios de sudor, la nalgada seca, distante, unísona al silencio de la tarde, lo ve sentarse, inútil, desdentado, flácido, le sirve la comida y enciende la televisión. Deja caer el cansancio en una silla, deja caer la noche en una plática que no existe, él se levanta, se lava y se acuesta, ella enciende la televisión, enciende el radio, enciende la penumbra que cubre la vaguedad de una familia llena de extraños, ella no ve nada, no escucha nada. 

La explosión del flash que enceguece la mirada, la explicación estúpida que se desliza por la máquina detrás del mostrador, los dedos que teclean impertinentes la intimidad incómoda, incómoda ella, impertinente ella que pregunta esas cosas; le duele la tristeza del golpe, la soledad de la cama vacía, le duele el extrañar al hijueputa que no ha comido bien, — Sí, no, no me tocó allí, sólo en la cara, mire. ¡Mire cómo me dejó ese cerote. —

Las noticias que no suenan, los muertos que se conocen por cantidad y no por nombre, el ronquido sordo que resuena en sus oídos. El reflejo de la tele en sus lentes, los párpados que pesan, el brazo que presiona su panza, ve el panorama oscurecerse, el deseo de sentir la piel desvanecerse, ve la imagen muda de la presentadora empequeñerce, cada vez más diminuta, cada vez más lejana, cada vez, cada vez, THE TV WILL TURN OFF IN 30 SECONDS. Muere lentamente, 
cae en un precipicio, impacta con el fondo de una piscina, no puede respirar, no puede gritar, no puede moverse para ningún lado. Duerme. 

Folio No. 1236451. Violencia intrafamiliar, golpe en la mejilla, golpe en el labio, golpe en las teclas de la máquina de escribir, ¡TLACA, TLACA, TLACA! Las palabras resbalan de su cuerpo, la cara de él dirigida al suelo, a la hipocresía, al desencanto que cubre la sala, a la jueza gorda, — ¿Por qué está gorda la jueza? ¿Será que el marido le hace de comer? — ¡Culpable! Culpable de haberse enamorado, culpable de haber ido a esa fiesta, culpable de concer a las primas del culpable que culpablemente le presentaron la renuncia, la ensoñacion de una panza, de uno, dos, tres hijos, culpable de querer tener una familia, culpable de no estudiar, culpable de pegarle al niño con una paleta por perder un libro, culpable de querer ser mamá, culpable de no darle al marido lo que quiere, culpable, culpable, culpable ¡CUL     PA     BLE! 

Lo ve alejarse con el abogado, cargando las penas, dejando caer los recuerdos por el pasillo, dejando atrás las tardes de domingo, las noches de juegos de mesa. Siente la despedida inundarle el cuerpo, llenarle los zapatos, las lágrimas que salen estrpitosamente mientras sus hijos agitan las manos, violentan la mirada, matan el amor de madre, desmenuzan el cariño y lo reparten en las imágenes que quedan para siempre, para nunca. 

El sopor vine antes del aturdimiento, el aturdimiento viene antes de la euforia, la euforia viene antes del desplome del cuerpo que cae sobre el azulejo blanco, mientras ella imagina qué podría pasar si fuera otro calvario, si él se acercara y le reventara la rutina de un centelleaso, si después del golpe ella agarrará su vida a tuto y se la llevara para siempre, si no fuera la monotonía la que la aplasta, la que la devora insaciablemente, la vomita y la vuelve a tragar. Un ronquido, le quita los zapatos, enciende la televisión, enciende el radio, no ve nada, no escucha nada. Duerme. 

sábado, 8 de marzo de 2014

Sale puerto

La toalla, el peine, los dos pares de calzones, las chancletas, el bikini, la crema para el pelo. Todo cabe en el maletín anaranjado que dice tropigas, largo y de un solo zíper, olvidado en ropero, blando, acumulado, agitado para que quepa todo, para que quepa un fin de semana, una noche, una escapada. La hielera con el jamón, el pan, las latas de atún, las cervezas, otra hielera para las cervezas, más cervezas, el carro lleno de cervezas, de cigarros, de trabajo que está pendiente, de guaro, de condones, el carro lleno a reventar, el pecho a reventar, la vejiga a reventar, se hace tarde, el puerto espera. 

- Chiki culera, le dije que en el CENMA a la una, por lo menos que traiga más baras - la gente pasa, se amontona, el sonido de las camionetas, la música, el olor a chile relleno, a tortilla con pollo, las piernas le tiemblan, el maletín le pesa, el calor le atraviesa la cabeza como cientos de balines que rebotan y caen a la nada, a la suciedad y los meados. - ¡Puta vos! Menos mal quedamos pa la una, ya es tarde, ¿traes la papa? - Sí vos, mi nana no me dejaba venir, me hizo traerme la medalla de San Judas y darle de comer al escubi. — Carcajadas que no se escuchan, los cuerpos se retuercen y la boca exhala risas que no podemos escuchar, como una película muda; la marejada de cuerpos avanza, ellas se hunden entre los olores que penetran la nariz, entre la carne tibia que roza con sus brazos sudorosos, los maletines en la parrilla, las nalgas en la cuerina verde que resbala, «En Chihuahua lo agarraron sin tener una razón, y después lo torturaron sin tenerle compasión» saliendo de las bocinas, o del radio en la repiza encima del conductor, adornado orgullosamente con ganchos de pelo de muchachas que inconscientemente perdieron una parte de ellas, una parte que se exhibe sin un dejo dignidad en una carretera. — ¡Apuráte Majo que solo vos faltás! — — ¡Ay! Ya voy Javi, es que la India de consuelo no encontraba el bikini que acabo de comprar — Un desperezado bostezo, una broma estúpida, el aire acondicionado soplando, el policía de la garita observando el grupo de cervezas que beben jóvenes, el grupo de ineptitud que quién sabe cómo le alcanza para divertirse, se cierra la puerta de la casa, se abre la puerta del carro, se abre otra cerveza en lata, ¡PSSTT! El carro avanza. Las manos le sudan, hunde el pie en el acelerador para dejar el peaje, ya sólo ve las equis rojas disminuir, crecer inversamente, o sea, achiquitarce mientras el motor zumba y las manos se deslizan por las piernas de Majo, nadie dice nada, todos gritan, hablan del partido, de la Gallo evolution party, de lo a verga que van a parar, de la U, de coger, del nuevo muco en el condominio, de nuevo, de viejo, de asqueroso y putrefacto, de nada. 

— Busquemos un hotel bara, yo conozco uno con piscina y son treinta tukis cada una. — Dos camastrones de madera y una colchoneta en cada camastrón, una mesa apolillada y un tomacorriente solitario, blanco el cielo falso, blanco el suelo, blanca la vela del bote que navega en bajamar, la tierra que quema las plantas de los pies, insoportable, granulada húmeda y fría entre los dedos que se hunden en la playa, dos latas frías de cerveza, la tarde que desciende, que colorea en sepia los paisajes, las olas que rebotan en la playa, en los cuerpos acompasados, semidesnudos y felices que se mojan en la sal, un sonrisa que amenece y anochece en su rostro, — Tenía tanto de no ver el mar. — Más cervezas que se derriten en la mesa, el chisporroteo de la carne, la saliva que se mece en el cuerpo, los cuerpos que se arrullan en la hamaca, la postal veraniega que sale en los anuncios esbozando el sentido de pertenencia y nacionalismo que se vende al por mayor. Menos charla, más tuits, más fotos que se van al facebook y al instagram, fotos de gente bonita con lentes bonitos, deteniendo la felicidad fingida para que perdure en la foto, otra cerveza, la luz que sé escapa en los rincones de hierba mala, de hierba buena, de hierbavomitadaymeada; es válido pensar en un instante en los intestinos del perro atropellado, en la venta de frutas que juega a ser imagen cultural, en el calor que no disminuye a pesar de que la tarde se esfumó entre palabras y colores, entre latas y una comida para hacer base. 

— Tenemos otro six, vamos a vamos e por esas casas caqueras a ver sí vemos buenos culos — La mirada nublada por el humo y el alcohol, las luces tenues que acompañan los pasos tácitos, cansados, el clappeteo de las chancletas insolentes; casi al final del callejón un cuerpo que dormita, acuclillado, emitiendo un sonido sordo de regurgitación, vacío, sin líquido. La pena, la lástima, la simpatía baja por la garganta mientras preguntan si el chavo no quiere nada, la luz enceguecedora que duele en los ojos, la puerta que se abre, la bienvenida inesperada, la música que mueve los músculos a pesar del miedo, a pesar de la incertidumbre. — ¿Qué pasó? — 

— Tu cuate ya dobló, deberían entrarlo adentro porque dicen que muchos cacos aquí en el puerto — 

— ¿Y ustedes?—

— Pasándola, fregando la pita —

— Ayúdenme a entrarlo, pasen adelante muchá, ¿traen chela? Eso está bueno, delen entren. —

Ellas han visto esta misma imagen en la tele, ellas han visto esas fiestas en las que se mueren por estar, saben de los niños prepi, de los patojos caqueros que alquilan una casa en el puerto para pasarla bien, para pasarla. — Muchá, el chato dobló, aquellas me ayudaron a entrarlo — la tensión se va diluyendo como el agua que corre bajo las latas de cerveza, — Buena onda brothers, ese dobla rápido. — 

— Nosotras solo pasábamos por acá, y vimos al cuate tirado, nos dio pena. — 

La noche cubre infinitamente el mar, dos cielos que se observan en el horizonte, las miradas que se cruzan, la cara hambrienta que se expone en la mesa, cuerpos deliciosos que comparten los tragos, las risas, las bromas discriminatorias que crecen la incomodidad; poco a poco se va vaciando el espacio, se acaba la pregunta, se agota la conversación, se duelen las cabezas, poco a poco van cayendo los cuerpos, sujetados a la cama, atraídos por el sexo, poco a poco queda el final en una mesa llena de latas y botellas. 

— Estás bonita vos — dice un cuerpo ebrio y tambaleante en una silla, la emoción llena el pecho, inhunda la mirada, llena de calor la cara, todos dormidos, todos tirados, todos cogiendo, todosensumundoestúpidoyplacentero. 

Siente el golpe al decir que no, siente el líquido triste que va cubriendo la mitad de su cabeza, la hierba fresca alivia por un rato el calor de lo que duele; forcejea, patalea, dejámevoscomemierda, nadie escucha el llanto, nadie escucha los gritos, — Sí me gustás pero así no quería prepi estúpido — siente la ira, la furia, la tiranía del miembro que penetra sus piernas. Se va despidiendo, las luces se van apagando, la cara del violador se va ennegreciendo, piensa que todo eso es triste porque lo triste duele y a ella le duele todo. 

Escucha el zumbido de una mosca, ¡BBBSSSSS! Busca su calzón tieso tirado en la grama, su amiga que habla con la policía, siente que se va, siente que no es nada, siente la nada, el llanto acumulado, la dolencia que esgrima los vagos de tristeza, siente, siente, siente. ¡Sale puerto muchá!