viernes, 31 de enero de 2014

Selena murió un viernes cualquiera.

La lluvia caía ligera y sin preocupación, derramando su tristeza por la única ventana de la salacomedor. Mi mamá estaba estática, observando las imágenes intermitentes que salían de la televisión, rezaba y dejaba que sus lágrimas recorrieran las pocas arrugas que yo recuerdo en su rostro. 

Era viernes, lo recuerdo porque mi madre lloraba y ella lloraba casi todos los viernes; ese día no recuerdo tener un pastel o un abrazo de mi madre felicitándome por mi cumpleaños, tan solo el vaho que salía de su boca, su cálido aliento que murmuraba maldiciones y rezos, deseos inconexos de una vida que se esfumaba muy lejos de nosotros. 

Dieron las cinco y mi madre estalló en llanto inconsolable, fuera de sí, gritando, insultando al televisor; arrastraba sus lamentos por el cuarto medio lleno, medio vacío para mi, me tomó de la mano y me dijo que bailáramos, el cuerpo le temblaba, tenía los ojos hinchados y llenos de soledad, el chico del apartamento 512 inundo la habitación, mi madre se contoneaba, me arrullaba con su cuerpo, la pieza era movida pero los cuerpos se mecían con letanía y lentitud, quería abrazarla, preguntarle por qué lloraba, no solo hoy sino que todos los viernes de mi vida, todos los viernes que mi papá salía a emborracharse y no regresaba hasta la madrugada del sábado, pero no me atreví, nunca tuve el valor de besar su soledad, de acariciar sus tristezas y desventuras, sus recuerdos y sacrificios, nunca en esos viernes pude decirle que yo también lloraba en las noches por su soledad. 

Selena murió un viernes cualquiera, lo recuerdo porque mi madre lloraba y ella lloraba casi todos los viernes, a pesar de tenerme a mi, a pesar de divertirnos cuando me enseñaba a bailar, a pesar de compartir esa soledad hija de puta, mi madre lloraba. Ahora, mientras sostengo su cuerpo frágil y presumo de que ella me enseño a bailar, comprendo todas esas lágrimas que amanecieron muertas en el suelo, en su almohada, entiendo que la nostalgia de un cuerpo puede quebrarte, distanciarte de la realidad y sumergirte en ese mundo oscuro de recuerdos y fantasmas. 

Mi madre lloró en mi cumpleaños, un viernes cualquiera pero no por cualquier razón. Mi madre lloró en mi cumpleaños porque asesinaron a Selena, pero, por lo menos, dejó sus lágrimas caer en ese viernes por un cuerpo diferente. 

domingo, 26 de enero de 2014

Allí se viene el fuego... Preparaos todos

Cuéntame otra vez esas historias que nacen en tu pecho y se mueren en el mío. Desviste tu alma y entrégala desnuda al contorno de mis insomnios, al letargo de mi cuerpo exhausto de amarte con inusitada violencia. 

Te veo, te conozco desde adentro cuando el vaho de tu aliento se estrella en mi pecho desnudo, mientras la culpa y el miedo se despegan de tu voz y dibujan ese mundo cálido al que con estúpida valentía me atrevo a descubrir mientras se construye, mientras lo construyes con fuego y llanto. 

Mientras dices que no sabes del futuro, mientras hablas de lenguajes en colores y en formas que me intrigan, yo imagino el desgarre, el cansancio, la pasión, la inmutable autodestrucción que se viene sobre nosotros. Veo el futuro, la cúpula de emociones derrumbándose, la relación bastarda que nos hará recoger las palabras del suelo, el corazón escupido y herido, la tácita nostalgia casi inmediata que nos hará entregarnos al otro sin reparo, con dejos de ira y de pasión. 

Ahora me hablas de doctores, de películas, de deportes; la pizza se enfría en la cama y nuestras miradas buscan el calor de una caricia perdida en el silencio. Adormitado, con los ojos hinchados, el pecho a reventar, me acerco y te beso. El sentir húmedo de tus labios hace llamear el cuerpo, dejar las manos libres sobre tu cuerpo, liberar los dedos para que memoricen tu espalda y cuenten tus lunares. 

Entre caricias, entre las historias de tu infancia y tus lugares preferidos, veo el mar sacudiendose, olas de infinitos adjetivos impactando en nosotros. Ahora, aquí, en ti, veo el fuego que crece, está listo para consumir, para quemarnos y dejar solo las cenizas dolientes reptando sobre nuestros cuerpos. Allí se viene el fuego que hará desaparecer hasta el más mínimo instinto que se esconde entre las miradas. 

Allí viene el fuego, prepárate querida. 

jueves, 9 de enero de 2014

La última y nos vamos

Un litro más, una servida más, una apuesta silenciosa que espera al ganador que pueda servir el vaso sin espuma, las palabras ya no suenan, se quiebran en el aire y llegan cortadas, desmembradas y sin sentido, sólo escucho murmullos, partes desequilibradas de lo que puede ser una conversación; la necesidad incesante de mear, el cuerpo flácido y la cara inmutable, la borrachez es el signo de debilidad que hay que evitar. Cuento los billetes que me quedan en el bolsillo, alcanza para otra ronda, otra vez las ganas de mear, sin decir nada me levanto y salgo a la puerta a fumar, todos parecen menos ebrios, más elocuentes, más distantes de la realidad que de a poco se estremece, se desdibuja en el contorno de los ojos, baila, se acomoda y adormece los sentidos. 

Salimos del bar, la calle estaba repleta de personas que deambulaban para olvidar la soledad; una señora vendiendo tostadas, un niño jugando con una vara, imaginando ser Harry Potter, ese enclenque de lentes que ahuyenta a los espíritus con un conjuro mágico, el niño no sabe cómo pronunciar el conjuro; mi amigo se detiene, le pregunta al taxista a quién acaba de insultar, antes de responderle que la broma era para otro que se apoda de la misma manera que yo mi amigo suelta un puñetazo seco, lleno de ira, angustioso, rogando por perdón, el taxista no puede hacer nada ante el terror y la sorpresa, trata de levantarse, de recoger sus llaves pero otro pueñetazo y una patada lo hacen besar el suelo, pedir perdón por lo que no hizo, quiere llamar a su esposa, decirle que todo está bien, que no importa que la comida sea la misma, otro pueñetazo. Todo ocurre mientras el tiempo se detiene, mientras los gritos de la señora de las tostadas inundan la calle, mientras yo me acerco para detener los golpes cobardes de mi amigo. Levanto la mirada y una multitud enfurecida se acerca a nosotros, ahora somos cuatro, ahora somos todos los que lanzan puñetazos y patadas para alejar a todos, siento los nudillos callosos estrellarse en mi boca, mis dientes desgarran los labios y la sangre corre para abrazar mi mentón, — ¡Vivos! ¡Vámonos a la mierda! — todos corren, todos para huir, todos para alcanzar, el impacto del tubo me zumba en los oídos, la música del carro se mezcla con las burlas y los insultos, las preguntas estúpidas hacen fila para vomitarse de nuestras bocas, «¿Por qué?, ¿Para qué? ¡Sos una mierda!» la sangre deja de brotar. 

Sentados en la banqueta, confundidos, con la mirada quebrada y la verguera diluyendose en el tiempo; «Vamos a ver quiénes están, los marcamos y otro día los pizamos.» los ojos inyectados de sangre, la mandíbula crujiendo, los brazos temblando, esperando ese punto de inflexión y de quiebre, «Vamos pues.» 

La música del conjunto primavera arrulla la incertidumbre, el enojo rebota de un cuerpo a otro, el aire espeso se asienta entre las palabras, «Allí está ese cerote», otra vez el tiempo se detiene mientras mi amigo sale del carro disparado; asesta un golpe en la cara del que tal vez no era el que buscábamos, veo un cuerpo flotar por el aire, deslizarse unos metros, unos tubos abalanzarse por entre los vidrios del carros. Vidrio quebrado, insultos, litros vacíos, música, todo sé estrella en mi cara, se pierde en mi mirada, el carro no avanza, me llueven los manotazos en la oscuridad, «¡metéle sapo!» las luces y los cuerpos se quedan atrás en el semáforo. 

El orgullo derramado por la calle, el carro hecho pedazos, unas cervezas que se derriten en el asfalto. Todos ahora con la cara hinchada, indolente, cabizbajos y llenos de golpes que no pudieron soltarse, lamentadose por la burla y la batalla perdida. «Bueno, la última y nos vamos.» 

jueves, 2 de enero de 2014

Abandono del sueño

Es así como se despega del sueño la realidad, es así como las imágenes inmaculadas de una fantasía se transforman en una serie de eventos en la imaginación; decidido a transportarse a la voluntad de dejar correr los recuerdos que se convierten en necesidades del cuerpo, que socavan los deseos corruptos de tu ser, te hundes en la película que corre de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás. 

Imágenes que se alimentan de sí mismas, del miedo, de la soledad, del sexo. Todo se va fundiendo en un solo deseo que recorre tus manos, se desliza a los dedos con solemnidad, con la tarea de mitigar el deseo.