domingo, 21 de junio de 2015

Boris

Me subí al elevador sin pensar en nada, la música a todo volumen y mis manos temblando por los dos cafés que había tomado en la mañana. Era uno de esos días largos en los cuales sientes que el tiempo no pasa, ves el reloj y marca la misma hora que tenía cuando empezaste a hacer el reporte que te pidió tu jefe; todavía me quedaban cuatro horas por matar en el trabajo y seguramente haría otras tres más sin que me las fueran a pagar.

La puerta del elevador se abrió sin gentileza y lo primero que vi entrar fue su panza enorme, él era más panza que persona. Su cabeza calva, los lentes feos que jugaban a combinar con la camisa igual o más fea que los lentes, su pantalón arrugado y unos zapatos que solo alguien decepcionado de su vida podría usar. Vi como sus labios se movían mientras se posaba frente a mi, me dio una mirada fría pero a la vez escandalosa y sin embargo no quise quitarme los audífonos, la musica estaba muy buena, Misfits a todo volumen era mejor que cualquier cosa que él me estuviera diciendo, yo movía mis manos imaginando que tocaba la batería.

Me vio de nuevo, detuvo su mirada sobre mis manos y luego su boca empezó a moverse de nuevo, dirigiendo sus palabras a mis manos, luego a mi torso y por último a mi cara, tuve que interrumpir la rola porque se movía entusiasmado, como si me tratara de contagiar la alegría espontánea que emanaba de su cuerpo fofo y torpe.

- ¿No escuchaste lo que te dije?

- No, lo siento. La musica estaba muy alta.

- Te pregunté si tocás batería.

- No, para nada. Solo me disfruto la musica.

Su cara se vio invadida por el desanimo. No puedo explicar bien lo que se reflejaba en su expresión pero era una mezcla entre enojo y decepción.

- Yo sí toco... Bueno, tocaba batería en una banda muy famosa de acá.

El hastío me llenaba el cuerpo. La voz ronca y su tono impositivo y demandante empezaban a incomodarme. El entusiasmo de su cuerpo se había convertido en exaltación y yo no quería más que volver a mi musica. Parecía que mis respuestas cortas y antipáticas no tenían otro efecto más que molestarlo y darle ganas de seguirme hablando.

- Sí fijate vos. Éramos cabrones... Bueno, yo era el que les hacia el pisto. La mara iba a los conciertos por verme tocar la batería.

No se detenía, parecía que los recuerdos le venían como relámpagos, uno tras otro golpeaban su cabeza y activaban una verborrea estúpida y sin sentido que yo no quería soportar. Solo asentía y lo invitaba a callarse cuando le decía «A qué de a huevo vos.»

- A huevos que era de a huevo. - dijo y se acercó más a mi. Se me tensaron las piernas y el resto de mi cuerpo adoptó una posición defensiva.

- Vos no sabés lo que es tocar frente a miles de personas y que canten las canciones a todo pulmón mientras vos echas verga en el escenario.

Tenía razón, yo no sabía que era eso. Se acercó un poco más y su respiración se tornó pesada. Le pregunté cómo había logrado tocar frente a tantas personas. Se lo pregunte para calmarlo más que por interés porque de eso no tenía nada. Las gotas de sudor hacían un pequeño charco en su labio superior y en gotas más gordas le salían desde su cabeza sin pelo.

Podía ver la duda y el pánico invadirle la cara, una cara tan común que nadie creería que pudiera hacer algo más que quejarse de su vida tan decepcionante.

- A pues eso fue la primera vez que vino metálica. Hace muchos años. Alternaron con brujería y otras bandas y nosotros les abrimos el concierto.

Entonces me di cuenta que yo tenía el poder. No sé si fue el aburrimiento, o la podredumbre de ser miserable en un trabajo que detesto, no sé realmente qué fue pero me invadió la infamia, me empapé de un deseo por humillar al tipo.

- Vos, ¿Pero metálica solo ha venido una vez, no?, ¿Quienes eran ustedes, o más bien, cómo se llamaba tu banda? ¿Vos quién sos?

Fue un ataque certero. A quemarropa. Fueron demasiadas preguntas que lo desconcertaron y marcaron mi primer error. La cara se le puso roja, un inminente estallido se veía venir en el espacio de dos por dos. El elevador seguía bajando. Se tomó unos segundos antes de suspirar y contestarme.

Me llamo Boris me dijo. Boris Pérez. No pude evitar reírme en mis adentros y seguir con la humillación. Ya había visto su nombre en el carné que colgaba de su cuello y descansaba en su panza.

- Mi banda se llamaba verdades. Fueron muchos clavos pero... Pero lo que acabó con la banda fue mi primer hijo. No podía ir a los ensayos terminé por vender mi batería.

Era mi oportunidad para que dejara de hablarme y terminar de humillarlo. Lo hice sin culpa, sin pudor.

- A vos, pero te confundiste porque metálica solo vino una vez y yo fui al concierto. No vi ninguna banda que se llamara como la tuya.

Mi segundo error trajo la violencia. Me preguntó si acaso se veía mentiroso. Me dijo que tal vez estaba confundido con la banda pero que era seguro que el les había abierto el concierto. Me decía que lo imaginara con pelo largo, con la batería haciendo TACA, TACA, TACA, y con los platillos llenos de agua para que saliera como una entelequia en los vídeos. Ya no me importaba nada, ni Boris, ni la musica, ni su historia que estaba seguro se la estaba inventando. Le dije que no era posible porque lo que él me decía sonaba a paja mañanera y que qué pereza escuchar pajas tan temprano. Ese fue mi tercer y último error.

Boris me agitaba con violencia. Me decía que ningún patojo comemierda iba a quitarle su juventud y sus logros. Traté de defenderme, de pedir ayuda pero su fuerza era sobrehumana y el elevador no se detenía. Escuché un golpe seco, como de un costal lleno de huesos estrellarse en una superficie de concreto. Lo último que recuerdo fue su taza de café estrellarse en mi cráneo.

Desperté ya muy entrada la noche. Me toqué la cabeza y me ardió como si me hubieran echado alcohol en una herida abierta. Mi pelo estaba gelatinoso y tieso por la sangre. Me levanté y revisé si todavía tenía mi celular y mi billetera. Todo estaba allí, todo excepto mis audífonos. Usé mi teléfono y busqué concierto, verdades, brujería. Allí estaba todo, un pequeño artículo que decía que la banda Sepultura había tenido un concierto y que una banda local les había abierto el concierto, bajo el nombre de verdades habían encendido al público y que probablemente miles de personas habían coreado las canciones. Me levanté y presioné el botón de mi piso. Todavía no recuerdo si terminé el reporte antes de redactar mi carta de renuncia que presentaría al siguiente día.

Es una historia poco creíble, lo sé, pero algo tenía que imaginar cuando subí al elevador y vi al muchacho mover sus manos, con sus audífonos a todo volumen y soltando una carcajada cuando vio que mi nombre es Boris Pérez.

Aún con estas ficciones que fabrico el aburrimiento y la monotonía no se van. Es difícil estar sentado doce horas, viendo los monitores de los elevadores y pensar en lo que las personas están hablando. Cuando vi subir al muchacho pensé que era baterista en una banda y cuando vi subir al hombre gordo y feo subir un piso después, no fue difícil imaginar esta historia. Después de todo, el tipo tenía cara de un gato llamado Boris, y el muchacho tan arrogante tenía cara de merecer un par de puñetazos. No es fácil ser policía privado en un edificio tan grande y con tanta gente. Perdón... Allí vienen otros. Allí viene otra historia.