sábado, 15 de noviembre de 2014

Frases célebres

Por más que busco no encuentro esas palabras, esas frases que se quedan incrustadas en la piel y te arrancan la cara que tenías puesta en esa vida, en ese momento que se desintegran los instantes y se pierde la tristeza.

Recuerdo que te vi justo después de que la máquina de coca cola rechazaba mi billete por enésima vez. Ya te había visto antes y sentía tus miradas coquetas perforarme la ropa; — Mirá ¿puedo pedirte un favor? — — Aja — y el sonido de la maquina chupando el dinero shiiq, shiiiiiq, shiiiiq, — ¿Será que no me das tu número de teléfono? — —¿Para qué? — y yo sin voltear, sin preocuparme más que por esa estúpida máquina que no me daba mi gaseosa.

Aún recuerdo el valor que se te escapaba en los pequeños movimientos que se ajustaban a la suavidad de tu cara, la imagen de tus pupilas reflejando la ternura de mi cuerpo. Te di mi número de celular y recuerdo que mensajeamos toda la noche, te dije que tenía una banda y que la música era todo, nos hundimos como capitanes en ese barco de amor adolescente, inmortal, eramos los reyes de la lujuria en tu cuarto pequeño, desordenado, marcado por la ruptura de una vida que te atormentaba, que te comía y forzaba tus lágrimas a visitar mi pecho. Como podrás imaginar ahora, el desastre fue excelso, nos consumió el tedio y la desidia, asesinamos lo hermoso de una relación en la concepción imbécil de los estándares sociales, pero fue bello y más que bello fue necesario para poder decir que estábamos muy jóvenes, que la celeridad de la vida nos puso pausa y stop. Vos me cambiaste la vida en esa frase que se queda para siempre, en el basural de los recuerdos, en la mirada que voltea hacia el pasado y recuerda con amargura y sonrisas que no era más que amor torcido.

Y estas vos, que me decía que lo importante era tener mierdas, acumular objetos materiales porque eso era la vida, tener, tener, tener, y nos emborrachabamos platicando de mujeres y de desasosiegos, porque eso sí, hacías un espacio en tu discurso de acumulación capitalista para soltar esos recuerdos de la chava que te dejaba entrar en su lecho y reventar su temple que juraba que esa noche, era la última. —Vos tenés que hacer tus cosas chino, tu carro, tu casa, tu cuete; vos tenés que tener para que el día de mañana que te cases con la fulana la saqués de esta mierda. — ese era tu viaje vos, dormirte en el seno de la imagen que te da el consumo, ser un gran desalmado y que la gente nos tuviera miedo y no respeto. Ahora que ya no pienso igual, que paso por tu casa de tres niveles y tus ocho carros parqueados en la calle, te digo, no lo logré pero cada quien con su felicidad.

— Jenner, ¿por qué no sos antropólogo? — Quién iba a imaginar que yo estuviera en una clase de la universidad, reinterpretando esas vidas que son ajenas al sentir, a la injusticia de un poder que marca tus deseos, que te encapsula en esas ideas de ser y de vivir como tenés que hacerlo. En vos encontré el desencanto del mundo y sus trajines. ¿Quién diría que me haría poeta? ¿Quién diría que allí esculpiría los ladrillos de mi habitación propia como diría Woolf? Todos pensaban que íbamos a ser esa pareja de intelectuales que los absorbe la elite del saber, pero no, punk's never dead baby, nos desligamos de la fe al amor absoluto, a la fidelidad del cuerpo y de la monogamia. Ahora vos estás en otro país y yo publicó artículos marxólogos. Ahora vos que estás allá te recuerdo entre cervezas y te entrego mi eterna gratitud, gratitud por mostrarme un mundo más grande del que alguna vez pensé en conocer.

Pero la historia está construida a base de rupturas y de sangre, y bien dicen que Comala nunca sale de vos; esa noche que dijimos entre amigos que habría noche de recuerdos, o sea noche de destrucción y deficiencias hepáticas, me reencontré con esa vida de live fast and die young. Sería tonto tratar de describir ese retumbo en el pecho que te da la música, esa sensación de manejar a mil por hora y sentirse dueño del mundo y de sus calles. — Vos vas a cantar esa rola. — Fue como recordar la sangre subiendo, la adrenalina corriendo y los besos de la multitud pegándote puñetazos hermosos.
Ahora mismo que te tuve entre mis brazos varias tardes de este Noviembre tan sublime, que te comparto mis besos llenos de ternura, me recuerdo de esa vez que preguntaste — Jenner, ¿eres triste? — Tal vez lo era porque no me detenía a pensarte como lo hago ahora, porque no me imaginaba un futuro con vos. Esta noche, medio borracho, te digo que te quiero, porque tal vez si era triste porque no conocía lo dulce de tus besos, porque no soltaba el egoísmo y la pena, el miedo de amar como un bobo. Tu sonrisa me enloquece y me hace perderme en la notoriedad de la caída, en la estridencia de tu cuerpo, en lo recóndito de tu maravillosa persona. Te amo niña zombie.

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